
Los niños de todo el Mundo son torturados silenciosa, sistemáticamente
y sin pausa desde corta edad, y durante toda su infancia, y más allá también,
durante su juventud. Sólo la perversión total e integral de la Humanidad, como
civilización y como especie, puede explicar la falta casi absoluta de
conciencia colectiva e individual acerca de esto. Si volviesen a encarnar entre
nosotros un Cristo o un Buda, tendrían que poner mucha atención, denuncia y
rechazo sobre la condición exquisitamente torturada de nuestros niños y jóvenes—al
menos deberían, si quisieran ser más consistentes que la vez anterior—. La
tortura sicológica y también, en parte, física, a la que son sometidos durante
este largo período de vida sensible y decisiva, es semejante a la continua gota
de agua sobre la cabeza, durante más de veinte años—en el peor de los casos—. Aquí
voy a poner mi mirada sólo en una de esas tantas modalidades de tortura
existencial: la educación. Así la llamamos elegante e incuestionablemente:
EDUCACIÓN. Y, sin ingresar en esta ocasión al laberinto de la compleja
trama que implica en toda su amplitud y variedad ese concepto, voy a mencionar
como botón de muestra sólo un puntito, particular, especializado, pero no menos
dramático que su conjunto temático. La Historia.
¿Qué es eso de Historia?... ¿Hechos, conocimiento del
pasado, información, comprensión generativa de nuestro propio presente, registro
y definición de nuestra identidad individual y colectiva, reconocimiento de los
errores del pasado, referente transformativo, verdad?... ¡Sólo en la
superficie, sólo en apariencia, sólo una justificación suficiente!... ¡No! La
Historia es ante todo y encubiertamente manipulación social y sicológica interesada,
falsificación o deformación del pasado, propaganda de los vencedores, de los que
controlan el poder y la información, publicidad engañosa, programación
neurolingüística, apariencia persuasiva de verdad, reafirmación y reforzamiento
del establishment, ficción de realidad—única, indudable, o, por lo
menos, probable—.[1]
Esto es lo que se les enseña a los niños y a los
jóvenes en todo el Mundo. Digo mal. Se les obliga a memorizar, a
repetir al pie de la letra, a sufrir sin sentido vital y profundo, a informarse
y “aprender”, como si eso y así los convirtiese en personas, y mejores
personas. Yo, al menos, disfrutaría junto con mis niños del Mundo si toda esa historia se les
redujese a narraciones literarias, a ficciones lúdicas tan atractiva y
disparatadamente contadas como Caperucita Roja, Los Tres Cerditos, o Blanca Nieves
y los Siete Enanitos. Esto de Educación y de Historia es pura programación
mental, social y existencial por medio de tortura infantil y juvenil que carece de
otra utilidad que esclavizar integralmente a los humanos germinales para un
mañana asegurado de sumisión a una Humanidad delirante.
La Educación e Historia sabias de una Humanidad que por ahora sólo ensueña en sueños
infantiles de adulto no se encuentra todavía registrada en ningún
espermatozoide ni en ningún óvulo informados en exámenes de laboratorio.
[1]
Son muchos los autores que
han denunciado estas lacras encubiertas de la Historia oficial. 1.
Michel Foucault (Vigilar y castigar, La arqueología del saber, Microfísica
del poder). Foucault sostiene que el conocimiento y la verdad son
construcciones ligadas al poder. La Historia, en su análisis, no es objetiva,
sino una narrativa producida por instituciones que ejercen control (como la
escuela, el Estado, la medicina, etc.). 2. Walter Benjamin (Tesis sobre la
filosofía de la historia). Benjamin afirma que "todo documento de
cultura es al mismo tiempo un documento de barbarie", y que la historia
oficial es la historia de los vencedores. Propone una mirada mesiánica y
crítica del tiempo histórico, desde el punto de vista de los oprimidos. 3.
Howard Zinn (La otra historia de los Estados Unidos). Zinn reinterpreta
la historia desde la perspectiva de los excluidos y oprimidos, desafiando la
narrativa tradicional, que él ve como una forma de encubrimiento ideológico y
justificación del poder establecido. 4. Noam Chomsky (Los guardianes de la
libertad (con Edward S. Herman)). Chomsky argumenta que la información
(incluida la historia) es controlada y manipulada por élites para mantener la
hegemonía ideológica. 5. Jean Baudrillard (La simulación y el simulacro).
Su idea de la realidad como hiperrealidad —una simulación creada por medios y
estructuras de poder— puede aplicarse a cómo se construye una historia
"oficial" persuasiva pero ficticia. 6. George Orwell (1984). Su
célebre frase “quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el
presente controla el pasado” refleja la idea de la historia como manipulación
interesada. 7. Theodor Adorno y Max Horkheimer (Dialéctica de la Ilustración).
Críticos de la cultura de masas, analizan cómo los sistemas ideológicos y
educativos imponen una visión deformada del mundo y la historia, útil al
mantenimiento del orden capitalista. 8. Nietzsche (Sobre la utilidad y los
inconvenientes de la historia para la vida). Nietzsche ya advertía que la
historia puede ser usada como herramienta para la conservación del statu quo, y
proponía una historia crítica que sirviera a la vida y no al poder. 9. Pierre
Bourdieu (La reproducción, La distinción). Bourdieu analiza cómo
se reproduce el poder simbólicamente, incluso en los relatos históricos. 10.
Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina, Memoria del
fuego). Narrador e historiador comprometido, denuncia la versión oficial de
la historia como instrumento de dominación colonial y neocolonial. 11. Erich
Fromm (El miedo a la libertad, La anatomía de la destructividad
humana). Fromm analiza cómo las estructuras sociales manipulan emocional y
psicológicamente a las masas para mantener el orden establecido. Habla de la
"libertad" como algo que puede generar angustia, y cómo se buscan
refugios en ideologías autoritarias que falsifican la historia y los valores.